El krausismo es
una doctrina idealista que
se funda en una conciliación entre el teísmo y
el panteísmo,
según la cual Dios,
sin ser el mundo (panteísmo) ni estar fuera de él (teísmo), lo
contiene en sí y de él trasciende. Dicha concepción se
denomina Panenteísmo.
Las características del krausismo son:
-Principios: primacía de la razón, defensa de la libertad de conciencia, culto a las ciencias experimentales, liberalismo y tolerancia.
-Moral austera: importancia de la disciplina y del cumplimiento del deber individual.
-Optimismo en la naturaleza humana.
-Anticlericalismo y espiritualismo de carácter místico-panteísta, que condujo a buscar la presencia de Dios en la naturaleza.
-Defendían la incorporación de la mujer a la enseñanza, la europeización del país, la reforma de las costumbres y la confianza en la educación para superar la ignorancia.
Krause (1781-1832) construyó un sistema filosófico conocido con el nombre de panenteísmo o racionalismo armónico, según el cual el mundo es un ser finito que se desarrolla en el seno del Dios infinito, siendo Dios el fundamento personal del mundo.
El mundo está diversificado en la Naturaleza y el Espíritu, que confluyendo en la Humanidad tienden a una armonía perfecta en el seno de Dios, mediante la racionalización progresiva de las instituciones humanas. Con lo que el krausismo, más que en la metafísica, hace hincapié en la ética y el derecho.
Las doctrinas krausistas fueron introducidas en Bélgica por F. Leonhardi, Röder y Tiberghien; en Holanda, por Nieuwenhuis, y en España, por Julián Sanz del Río.
El krausismo español se inicia con el viaje de Julián Sanz del Río a Alemania en 1843 becado por el gobierno español en la persona del ministro progresista Gómez de la Serna con el fin de investigar e importar los avances filosóficos europeos y hacerse cargo de la cátedra de Historia de la Filosofía a su regreso. No obstante, el contacto que los intelectuales españoles tuvieron con alguna de las versiones del krausismo, especialmente con la de H. Ahrens y su Curso de Derecho Natural, se puede remontar a las reuniones periódicas del círculo madrileño formado en torno a Ruperto Navarro Zamorano, (primer traductor de Ahrens en español).
La primera aparición pública de la doctrina krausista es, sin duda, el discurso de Julián Sanz del Río para la inauguración del curso 1857-58 en la Universidad Central. En él se desarrolla una postura optimista con respecto a la perfectibilidad del ser humano y de la sociedad propia de filosofía de la historia de signo krausista (herencia ilustrada) y se acentúa la importancia que como guía tiene la razón y el conocimiento (ciencia) para este propósito:
“Sólo
de la razón sana y sistemática a la vez espera la Humanidad una ley
de vida que autorice la convicción, y sosiegue el corazón, y
encamine la voluntad, realizando en el hecho la armonía fundamental
de nuestro ser; que contando y estimando todas nuestras facultades,
pueda levantar el espíritu a considerar los supremos objetos del
pensamiento, la libertad, el deber, Dios, para entrar en sí
ilustrado y fortalecido a utilizar en una sabia conducta el fruto del
largo viaje y trabajo empleado”.
En su diario, Sanz del Río anota sus sentimientos hacia el Krausismo: El 15 de mayo de 1852 “Querido: ¿sabes lo particular que hallo en la filosofía de Krause? Que cuando me falta el claro conocimiento me puedo entregar al puro sentimiento con una cierta ciencia de que voy derecho (lo que antes no sabía) y así me suplo mi imperfección misma como quien navega a dos remos. En las demás filosofías no hay cosa semejante”.
Las obras fundamentales de Sanz del Río, manuales del krausismo español, son el Ideal de la humanidad para la vida, la Metafísica: Análisis y Síntesis, y el Análisis del pensamiento racional.
El Ideal de la Humanidad para la vida es la obra de mayor trascendencia de Sanz del Río, es el libro en el que quedan más claramente fijadas la ideas krausistas.
Fueron
alumnos de Sanz del Río, en su primera época, entre otras
personalidades distinguidas, Luis
María Pascual,
ex ministro del Partido
Moderado; Agustín
Pascual González, introductor
de la Ciencia Forestal en España; Manuel
Ruíz de Quevedo,
con los demás concurrentes a la tertulia filosófica, y Fernando de
Castro, ya profesor en la Facultad de Letras de Madrid. Después
desfilaron por la cátedra de Sanz del Río, entre otros, los
políticos Francisco
de Paula Canalejas, Emilio
Castelar,
el pedagogo Juan
Fernández Ferraz,
o los profesores Miguel
Morayta Sagrario y Francisco
Fernández y González (que
después fue rector de la Universidad de Madrid)... En la década de
1860 a 1870, fueron discípulos de Sanz del Río, Federico
de Castro, Mamés
Esperabé Lozano, Juan
Uña Gómez, Facundo
de los Ríos Portilla, Nicolás
Salmerón, Teodoro
Sainz Rueda, Segismundo
Moret, Antonio
González Garbín, Alfonso
Moreno Espinosa,
Francisco Giner de los Río, José
María Maranges, Gumersindo
de Azcárate, Luis
Vidart Schuch, Manuel
Sales y Ferré, Tomás
Tapia, José
de Caso y Manuel
María del Valle.
La mayoría de ellos,
hombres
que luego ocuparon elevados puestos en el profesorado y en la
política, asistieron a la cátedra de Sanz del Río durante varios
cursos, sin haber sido en gran parte alumnos oficiales o habiendo ya
dejado de serlo.
Fernando
de Castro (1814-1874), coetáneo de Sanz del Río, eclesiástico,
catedrático y capellán de palacio, fue
el creador de La
Asociación para la Enseñanza de la Mujer, un proyecto educativo
español creado en 1870 con la misión de ofrecer a las mujeres
españolas de clase media la oportunidad de tener acceso a una
enseñanza académica y científica eficaz, de la cual habían
carecido hasta ese momento. Esta asociación agrupó en su seno a
diversas escuelas para mujeres, las cuales tuvieron un papel
fundamental en el progreso y promoción social de la mujer en España,
y de manera específica, en la mejora de su educación y formación
laboral.
En su discurso de apertura de los estudios de la Universidad Central pronunciado en 1868 declaraba que era necesario:
"(...) fomentar la creación de asociaciones que funden la enseñanza en las clases obreras, y la propaguen hasta en las más retiradas aldeas; abrir cursos especiales destinados a completar la educación de la mujer; procurar que la juventud se agrupe en academias científicas, y hacer de modo que nuestras bibliotecas y museos puedan utilizarse libremente (...), para mejorar el estado intelectual y moral de nuestro pueblo: mejora sin la que, creedme, la libertad perece, y se apaga en la indiferencia al amor a la patria y a las instituciones".
La Institución Libre de Enseñanza o ILE fue un proyecto pedagógico que se desarrolló en España durante medio siglo (1876-1936), inspirado en la filosofía krausista introducida en la Universidad Central de Madrid por Julián Sanz del Río, y que tuvo una importante repercusión en la vida intelectual de la nación española, para la que desempeñó una labor fundamental de renovación. Fue creada en Madrid por un grupo de profesores universitarios, bajo la dirección de Francisco Giner de los Ríos.
En sus estatutos se declara "ajena a todo el interés religioso, ideología o partido político, proclamando el derecho a la libertad de cátedra, la inviolabilidad de la ciencia y el respeto a la conciencia individual".
En la ILE la clase no sirve sólo para dar y tomar lecciones, sino para enseñar y aprender a «buscar, a reflexionar, a resolver , a componer, siempre personalmente». Se da gran valor al trabajo fuera de clase, las excursiones son consideradas parte esencial del proceso intuitivo de desarrollo de una persona. Así como fundamental es la cooperación con las familias, por su papel en la educación de los niños y las niñas.
Apoyaron y secundaron el proyecto intelectuales de la talla de: Joaquín Costa, Leopoldo Alas (Clarín), José Ortega y Gasset, Gregorio Marañón, Ramón Menéndez Pidal, Antonio Machado, Joaquín Sorolla, Augusto González de Linares, Santiago Ramón y Cajal o Federico Rubio, entre otras personalidades comprometidas en la renovación educativa, cultural y social.